Paradoja de la estatua vivente

Antes que nada explicaremos, para los extraterrestres o los enfrascados, en qué consiste el fenómeno estatua vivente: Habría que aclarar que no se trata de un fenómeno paranormal, sino de una actividad artística. Dicho arte consiste en la elección de un disfraz, maquillaje, y posición para permanecer, y una quietud que alcance para aparentar ser de metal, mármol o yeso, en imitación de una estatua. Como todo arte, ésta termina su razón de ser en el público, que como este fenómeno se desarrolla mayormente en las calles peatonales, siempre es un peatón. El encuentro del observador hacia la estatua es normalmente casual, y la apreciación al desempeño del artista baja o sube según el atractivo de su apariencia, el realismo que sugiera, o la posición que haya adoptado, lógicamente, para llamar al público. Así, el éxito y aprobación de lo expuesto se mide en la colaboración que obtenga por parte de la gente: el transeúnte simpático deja una moneda en un recipiente dispuesto a tal fin, y a cambio de ese gesto se ve agraciado -y de paso maravillado- por un movimiento o reverencia de la estatua hacia él, que se movió para él, podría pensar un optimista.

Así es que caminando con Noelia una noche de enero por la marplatense calle Rivadavia, vimos entre la muchedumbre y los promotores de obras de teatro una estatua viviente, a punto de estallar, frustradísima en su arte.

Su ánimo se explicaba en esa calle repleta de gente, y esta persona pretendiendo ser estatua viviente entre una agazapada concurrencia de turistas que le aportaban monedas incesantemente, por lo que su popularidad y el aporte económico era un éxito, aunque no se entendía por qué, si no estuvo quieto más que un instante. Ahora estaba haciendo reverencias y tal vez pensando en la inestabilidad de su éxito, que cuando él lograba moderar su respiración y su pulso para conseguir la quietud de la estatua... ¡ni bien conseguía ser una buena estatua, venía un infelíz a mostrarle cuán lindo le parecía!, y él tenía que saludar con gesto agradecido, pero con ánimo de trovador al que le aplauden en medio del recitado.

Sabiendo esto, ahora nosotros también somos víctimas de la paradoja: ¿Qué prefiere aquel que se sube a la pequeña tarima y emula ser de mármol; la gratificación económica o la artística? ¿Vale la pena interrumpir ese gesto petrificado y sublime, para expresarle admiración? ¿Hay que preguntarle antes de dejar la moneda? ¡No...! eso la haría gesticular. ¿Entonces tratamos a las estatuas vivientes como estatuas, o como artistas? A las estatuas se las mira, no se les deja monedas... ¡Pero esa no es una estatua, es una persona! ¿Sabrá apreciar el artista el verdadero gesto de admiración, si lo tratamos como a una verdadera estatua?


TZL
29 de junio del 2010.

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