Diseño del destino.
Con el bolso entre las piernas, miraba a la gente rondar por la plataforma. El vendedor de revistas, el de gaseosas, el de sanguches, todos colaboraban al bullicio del ambiente, y éste colaboraba al gran bullicio de mi cabeza. Sólo faltaba que enganchasen la máquina para que pudiéramos abordar los asientos. Trataba de negociar con mi convencimiento, estableciendo las ganancias y las pérdidas, las oportunidades y las claudicaciones que me daba esta partida. Trataba de hilvanar las causas y pretender que sean justas, para someterme. Mi cabeza iba sin pensarlo, mirando cada vez más abajo. Algo de repente me hizo levantar la mirada. Me congelé ante lo que veía. Se detuvieron todos los pensamientos, toda la coherencia, toda la razón: Era ella preparando una sonrisa, y venía caminando hacia mí. -¡Viniste a despedirme! no te esperaba, qué sorpresa.- Y me apuré a abrazarla. -No vine a despedirte.- Me susurró cuando su boca estuvo en el lugar exacto.