Entradas

Mostrando las entradas de diciembre, 2010

A la siesta.

Aquella tarde, todo parecía indicar que se verían otra vez. La calle tranquila, los árboles apenas sacudiendo un poco sus follajes, el viento acostumbrado y el calor de la siesta ya instalado. El olor a tierra mojada sintiéndose muy a lo último de cada inspiración, y las nubes oscuras a la misma distancia, pero en el cielo, se acercaban sigilosa y raudamente, asegurando la creencia de que la lluvia iría a empapar el asfalto y regar todo lo verde, en cualquier momento. En el preciso instante en que los horneros callaban su canto dentro de sus refugios y uno ya podía saberse mojado; ahí cuando el diluvio era inminente, él aparecía. Aparecía y tanto sus ojos como los de ella se cargaban de ilusión y anhelo. El cielo, la humedad, o la falta de viento perdían importancia de tal forma, que simplemente dejaban de ser. Él, pasaba como la sensación de lluvia. Ella, de nuevo, se quedaba ahí. Y ni la lluvia ni él... en esa cuadra no pasaba nada. Nada más que un poco de viento. Aquella tarde

La lluvia en la mirada de los otros

Es la paciencia de esperar la lluvia, y sobre eso hacer tan grande su meditación, su pensamiento, que perdía la atención de lo que pasaba en la vereda... obviamente estaría muy concentrada en saber lo que pasaba en el cielo. Y el transeúnte que pasó, algo agobiado por la humedad del ambiente, la vió y [quizás] en ese momento puso los ojos en la misma expresión con los que ella miraba el cielo. Pero siguió; si esos ojos que se perdían en el cielo, miraban con ansias algo que él nunca podría ofrecerle. Ella esperaba la lluvia, y sabía que en algún momento la iba a poder alcanzar. En cambio él sabía que por mucho que esperara, no iba a llegar a la ventana. 1 de diciembre de 2008 10:57 Viene de contar el capítulo antes del principio: 'A la siesta' Aquí empieza la historia (y termina la redacción). ____ TZL - 1 de diciembre del 2008 Publicado originalmente en el blog de Rayuela: En Zigurat .