La permanente
Los chicos en el barrio no la conocían por su nombre, era simplemente 'la gorda'. Iba religiosamente, cada mes a la peluquería. Su problema de aumento de peso era de una prosperidad inuscitada. En el último agosto fue y se sentó en el asiento de corte con cierto esfuerzo: Sólo después de menearse un poco entre los apoyabrazos pudo acomodarse. Preparada para pasar, como era costumbre, algunas horas de charla y cotilleo, pidió hacerse la permanente.