General Deheza: el pueblo

Segmento 2: Efímero dehenze

Seguramente el chofer del colectivo T.A. Villa María, que me llevó a General Román Antonio Deheza me miró extrañado cuando le pregunté cuántas paradas faltaban para llegar al pueblo. En fín, al llegar supe que de todas las veces que bajé de un micro, ésta fue la que más frío hacía. De todas formas llegué rápido (previa instrucción telefónica) hasta la casa de Alda, donde nos conocimos tridimensionalmente con las tipas y procedimos a un natural y calientito café batido.
Junto con el Sol salimos a caminar las calles; pasamos por la plaza, la iglesia, la plazoleta con el monumento al riel, etcétera. A la tarde cruzamos la ruta nacional 158 (calle Buenos Aires) y llegamos a la ciclovía que comunica General Deheza con General Cabrera, que corre paralela a las vías del Ferrocarril Mitre.






La plaza central y el monumento al trabajador ferroviario en una plazoleta aledaña.




Llegando a la ciclovía y camino a la Aceitera.


Esas vías, según se cuenta, se instalaron en 1874 y le dieron paso en unos pocos años a la colonización de la zona y la creación de la colonia "La Agrícola", que cambió de nombre después del 1896, con la instalación de la estación de ferrocarril, que se llamó General Deheza y a fuerza de costumbre de los locales quedó con nombre homónimo de la estación. Hoy la estación no hace servicio de pasajeros y está transformada en un predio exclusivo de cargas para AGD, la Aceitera General Deheza.
Cargamos nuestros cuerpos, cada uno sobre nuestro respectivo par de piernas, en la ciclovía y con rumbo hacia la aceitera y la estación de tren.









Sesión de fotos camino a la aceitera.

Después de sacar muchas fotos y corridos por la oscuridad del impostergable anochecer, volvimos hacia los aposentos, siempre con la exuberante buena onda que al parecer, caracteriza a estas tipas que tuve la gracia conocer y con las que pude ese día, salir a pasear por el Pueblo con Nombre de Estación de Ferrocarril.
Después iría a saber que la alegría que reinaba era por las chimeneas apagadas. Yo respiraba tranquilo como si esto fuera común, pero las tipas me comentaron embriagadas de oxígeno, que normalmente la aceitera no deja de emitir olores propios de fábrica aceitera, humos y apestosidades que harían entender a cualquier estúpido por qué General Deheza no es un destino turístico. Este mismo factor explicaba el trato amable ante la recepción de un forastero.














Sesión de fotos en la estación Deheza, hoy playa de maniobras de AGD.


Ambos días empezaron con un temprano desayuno y salida del hotel “la casa de Julio”, que está cerca de lo de Alda. En el camino a casa de ella o de Sami, saludé a vecinos como si fuera residente, caminando por las amplísimas calles que se trazan en el pueblo –hoy puedo decir, como las de Mar del Plata–, y la gente camina por la calzada aunque en las veredas hubiera, un gran cantero lleno de verde, y una senda de concreto para uso peatonal. Los autos circulan sumisos ante esta anarquía peatonal, esquivando y deteniéndose en el cruce con transeúntes, quienes caminan con una seguridad increíble. Caminando esas calles, se ven bicicletas paradas en los cordones y apoyadas en los frentes de las casas.
Los días allá cundieron entre el frío de la calle y las estufas a leña que pareciera, hay en toda casa del pueblo. Las sesiones fotográficas a los trenes de NCA en AGD, y mi ilusión de ver esa estación de vuelta al servicio de los pasajeros. En todo momento estuvo presente la gratitud de las tipas y sus familias, quienes me trataron como a un dehezino más. Y acompañado hasta en los pasos que dí para tomar el ómnibus de vuelta a Villa María, que al subir las escaleras del T.A. Villa María me saludaron, las tipas con la mamá de Sami.

En poco tiempo llegué a la Terminal de Ómnibus de Villa María. De nuevo me sumergía en la pesadez de ese ambiente: de nuevo me tocó esperar. Los servicios a Santa Fe eran escasos, por lo que me debatí si hacer o no escala en San Francisco, algo que estúpidamente, no me animé a hacer ante la inestabilidad del servicio de transporte.
Supongamos entonces, porque en ese momento ya estaba cansada hasta mi memoria croniquera, que a las 2am me tomé el ómnibus. Otra vez un Plusmar, aunque esta vez, gracias a Dios, no repartieron cartones de bingo.

Después de concretar su preanunciado viaje a General Deheza y volviendo a sus pagos natales, pasó de nuevo por Villa María. Y en la misma mesa de aquel bar donde Ricardo Gutiérrez encarnó, los mozos encontraron una hoja medio manchada de café, donde se leían las siguientes líneas:

Romance Octosílabo Dehezino

Temblando llegó algún día
por la calle Buenos Aires,
y agrandó su geografía
con ayuda de sus pares:
Caminando al mediodía
sobre esas calles tan anchas
que pese a su ancho sabían,
pocos autos transitaban.
Casas bajas permitían
que el Sol reavive las caras,
de aquella mañana fría.
Cuando el Sol pasó al Oeste
se abrió lugar por las vías
fotografiando a su paso
todo aquello que veía.
Lo saludó un vecino
como si del barrio sería.
Como Ricardo Guitérrez,
bautizado en Villa María.

Es Ricardo Gutiérrez: una historia con nombre, una anécdota hecha carne y posibilitada gracias a Don Héctor Calderón.


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Redactado en base a experiencias vividas en junio del 2008.
Publicado aquí en junio del 2010,
anteriormente en http://www.fotolog.com/trenazul/36680115 (parte 1)
http://www.fotolog.com/trenazul/36798815 (ricardo gutiérrez)
http://www.fotolog.com/trenazul/36892778

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