Turismo Ferrofílico por BsAs, Marzo 2008. Parte 3

Episodio 3: De Montserrat a Cañuelas

El lunes cerca del mediodía nos encontraríamos con lagos, en Retiro. Me levanté cerca de las 8am y me bañé antes de hacer el check-out en el hotel. Así, con todo el equipaje ensima (una mochilita) iba en el domingo matutino sin apuro por Avenida Caseros y con rumbo a Parque Lezama. Después iría por Av Paseo Colón, pero no demoré mucho en llegar hasta Moreau de Justo, en la orilla del magnético Puerto Madero. Caminé por ahí hasta crucé la calle para pasarle cerca al tranvía del Este y tal vez tomarle unas fotos, después (el destino sabrá por qué) doblé, justo en calle Chile.


En la esquina de Chile y Azopardo estaban los Federales, -después deduciría- como buscando una víctima. Me vieron y me pidieron colaborar con mi sola presencia, para una apertura de bolsas que no tomaría más de quince minutos. Así es que estuve desde las 11 a las 13 en el laboratorio de la Policía Federal, viendo cómo abrían bolsitas de contenido blanco y verde, y sin poder tocar nada. Le mandé mensajes a Lagos, diciéndole que iba a ir en patrullero un poco más tarde. Y finalmente llegué... supongamos 13.30hrs a Retiro, caminando y un poco cansado.
Caminamos de Retiro a Obelisco, donde nos íbamos a juntar con tipa de lomas. Fue difícil distinguirla con su remera roja porque justo ahí había una comparsa de algún partido político comunista conmemorando el Día de la Memoria.


Caminamos hasta calle Florida (en realidad no es tan florida) y un poco antes de que vayamos a comer pizza en un local de la peatonal, lagos se fue. Al rato tomamos el subte E en Plaza de Mayo (estación Bolívar) para combinar con la C en Independencia. Con la línea C llegaríamos a Constitución y ahí tomaríamos el Roca a Temperley. Yo bajé en Gerli. Ahí mismo me esperaban Seri y Lagos, con quienes sin meditarlo demasiado nos embarcaríamos en el próximo tren que pasara, con el destino que nos tocara.

Ya con rumbo a Cañuelas, entendimos que la primer reunión 3D había comenzado. El ambiente de las reuniones del club de tipo es un poco raro, atípico a todo ambiente de reunión: no había sillas formando círculos, ni vasitos de telgopor con café, ni sacos de gamulán con pañuelos en los bolsillos, ni tarjetas de invitación o confirmación de asistencia. Solamente éramos tres tipos reunidos arriba de un tren en movimiento, que no sabían bien en qué consistía la reunión. Íbamos de viaje a Ezeiza pero no sabíamos por qué a Ezeiza y no a otro lado... en fín, lo que pasa es que el club de tipo tiene asumido el absurdo de sus actos, y como está enterado también del absurdo que rodea la vida cotidiana de la humanidad entera, no se hace problema y lo toma como un fenómeno actual a nivel mundial, al que llama la peste del absurdo.


Mientras discutíamos planes sinsentido y contábamos anécdotas de lo que había pasado y de lo que puede llegar a pasar, íbamos llegando a Ezeiza. No nos conformamos con llegar hasta ahí y por eso seguimos viaje hasta Cañuelas. Seguimos deliberando temas que la sociedad no valora en demasía, burlándonos del nivel de ingeniería confort y ergonomía de los llamados coches antivandálicos (en los que estabamos viajando), y paralelo a esto íbamos llegando a las zonas semi-urbanas y rurales, por lo que nos burlamos y reímos de las vacas, de mi corto alcance visual (que no llegaba a ver las vacas), nos referimos numerosas veces a las retenciones y al conflicto agro-gubernamental que en esos momentos estaba en auge, haciendo relaciones mágicas entre temáticas, inimaginables para algunos. Le compramos el boleto a un guarda que despues veríamos tirarse papelitos con un policía, al que luego denominaríamos el policía violento.


Llegamos a Cañuelas a las 18.15hs, y es cuando empecé a preocuparme -absurdamente- de si llegaría a tomar mi tren a Rosario, que salía a las 20.35 desde Retiro. Bajamos del tren mientras la locomotora G12 A614 hacía el cambio de vía para pasar al otro lado del tren. Subimos al puente peatonal, nos dejamos absorver por el paisaje rural que gobierna los aires de Cañuelas.. miramos los silos y los molinos, el tren de carga y las cintas transportadoras. Pero volvimos sin traer ni aceite ni harina. Me dí cuenta de lo absurdo de mi preocupación y la dejé tirada en el andén 3 de la estación Cañuelas. Y empezamos a volver a Retiro.



Volvimos en el furgón, sentados en el piso y entre las bicicletas,, tras la llegada a Constitución combinamos con el subte y llegamos sobre el pucho a Retiro, donde estaba próximo a salir mi tren a Rosario. Ese fue el momento en que -como era predecible pasaría alguna vez- le dije 'hasta luego' a Buenos Aires, y todos rieles poblados, y sus trenes. Saludé a mis amigos avellanedenses, y subí como va al matadero la res al tren que me alejaría de este viaje que en un momento deseé sea eterno. Esperando disfrutar mis horas de viaje sobre los rieles del Mitre, sientiendo que llegaba al final de un cuento sin un final trascendente, pero de un desarollo felíz que iría a durar en mi memoria en general positivamente, salvo por la sensación nostálgica de no poder volver a vivirlo (me es inevitable).


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TZL, marzo del 2008
Texto e imágenes basados en experiencias propias.

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