Marajenses 2009; 1.


Hacia el encuentro.


Desde la noche anterior viajaba en un Flechabús. Hoy sábado 19, bajando del ómnibus en Retiro, me moría de hambre.
Ella ahora estaría definiendo qué vestido llevar o confirmando en qué horario saldría hacia Mar de Ajó. Mientras tanto yo paseaba por la terminal porteña buscando también, aquel micro que me lleve al Partido de la Costa. Esa búsqueda y dos asuntos más ocupaban mis pensamientos: el encuentro con Noelia, a quien fuere a conocer en ese instante, y mi desempeño oratorio en la entrega de los Premios Maestro Almafuerte, a la que me habían enviado desde la producción de ‘A la Carta’.



La madrugada de la estación se llena de gente durmiendo en todos lados. Arriba y abajo, en el piso, sentada con la cabeza colgando, usando los bolsos como almohada y como colchón. Se notaba que algunos dormían esperando su ómnibus, y otros esperando su prosperidad. El ambiente extraño por su silencio y su quietud, en el conjunto del sueño de los pasajeros y las ruedas de sus bolsos, de los comercios y de la mayoría de las boleterías.

En incursión de la oferta de pasajes, concluí que todas las boleterías están resumidas en tres o cuatro empresas, y que al final, la red de ómnibus repite la criticada estructura “en abanico” que conforma la red ferroviaria, concentrando todos los servicios en la Capital Federal. En definitiva, pude encontrar pasaje en un Plusmar que salía a las 8.20hrs. Para hacer tiempo y liquidar el hambre, me aventuré a desayunar en el espantoso bar central de la estación. Hasta ese momento, espantoso sólo por sus precios; ahora también por sus horripilantes cafés y medialunas. A las 7am la terminal recobra fuerzas y revive: se frecuentan los anuncios por parlantes, se ocupan todos los asientos de espera, se rellenan los pasillos de pasos personas palabras. Los negocios ponen música y llenan de precios todo alrededor.


Este micro tenía algo así como siete butacas para cada ocupante.


Saliendo de Retiro, el cielo pintaba lluvia.

A las 8.20hrs, seguro que ella todavía dormía. Subiendo al Plusmar, miré sorprendido la desolación de un micro saliendo con sólo siete pasajeros. El último bajando en San Bernardo, me dejó la exclusividad de toda la planta alta del micro hasta bajar en Mar de Ajó, solo, a las 14hrs. Entrando a la ciudad se derribaban mis ideas de las glamorosas ciudades-balneario turísticas: días atrás había llovido y las calles de tierra, que eran mayoría, se habían hecho con una buena superficie de barro. Las calles que circundan la estación de ómnibus –edificio grandilocuente respecto a las dimensiones del poblado– vuelven a ser de asfalto. En esos momentos sabía que Noe venía en el ómnibus a nuestro encuentro, y se estimaba que llegara a las 16.15hrs.




TZL, setiembre 2009.

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