Trocha Media Bonaerense 3: Tramway

Tercer Tramo: Tramway Histórico de Buenos Aires.

Madrugamos a las tres de la tarde del domingo 18, recién empezando el día. El plan para hoy era llegarnos hasta el barrio de Caballito para pasear en el Tramway Histórico de Buenos Aires. Nos hicimos en Gerli utilizando por fín el resguardo que ofrece la sala de espera que tiene ésta estación, mientras esperábamos el eléctrico a Constitución. Una vez allá subimos a un subte C hasta Retiro para comprar mi pasaje de vuelta a Santa Fe y después volvimos en la C hasta Avenida de Mayo para combinar con un A (estación Lima) y así llegar donde nos disponíamos. Mientras esperábamos el A le dije a Seri –como si además de ser conocedor de las rutas, vías, territorio e historia del suelo argentino, también cumpliera deseos- “ojalá que nos toque el de madera” a lo que él respondió con cara de ironía, como creyendo que es raro que no te toque el de madera. Para terminar nuestro cortísimo y espontáneo debate sobre la suerte en el material rodante de la línea A, viajamos a estación Primera Junta en el último coche de un metálico Fiat Materfer, junto con algunos simpáticos turistas africanos o afroamericanos.

Cuando subimos a Caballito tratamos de develar dónde estaba la calle Emilio Mitre. Seri sabía pero estaba desorientado, y yo no desconfiaba de su conocimiento, pero también tenía muy en cuenta su desconcierto. De todas formas renegamos de toda pregunta a vecino o vistazo a Guía T, y anduvimos por Rivadavia en búsqueda de Emilio. Me fascinó el cantero central de avenida Rivadavia entre Centenera y Emilio Mitre: Ya desde la esquina de Centenera, se ve una especie de gran bajada al subte que –según se vé- está en proceso o abandonada en mitad de la construcción. Cruzando al cantero, lleno de árboles y puestos de diarios y revistas, para que después de cruzar el tramo asfáltico que deja cruzar calle Cachimayo, uno se encuentre con la fabulosa rampa de transferencia subte/tranvía, que fuera construída en 1914 y usada para llevar los coches del subte a los talleres Polvorín, y a través de esa rampa existía también un servicio que extendía el subterráneo (por la superficie desde calle Emilio Mitre, donde está la rampa) hasta Rivadavia y Lacarra, hasta que en 1927 se canceló. Hoy solamente se usa para llevar los coches del subterráneo a los Talleres Polvorín.


La mencionada rampa de conexión subte-tranvía.



Tras no muchas vueltas – creo que una sola- encontramos la vía del tranvía que lógicamente usáramos para llegar a Emilio Mitre al 500, haciendo esquina con José Bonaficio y frente a los Talleres. En el momento en que llegamos estaba casi saliendo el tranvía 652, por lo que esperamos en una considerable fila de personas que estaban por hacer el recorrido con nosotros.


Siguiendo las vías en búsqueda de los talleres Polvorín, por calle Emlio Mitre.


Recordando o redescubriendo el tranvía.


Tramway Histórico de Buenos Aires.



El Tramway saliendo de su parada en Emilio Mitre y José Bonifacio.


La fila de... ¿pasajeros? ¿turistas? esperando a subir al próximo tranvía. Para quien no le interese el tema tranviario, pasa la transeúnte satisfactoriamente escotada.


Talleres Polvorín, frente a la esquina de salida de este tramway.
A los veinte minutos el tranvía volvió, y la cola de gente empezó a subir para iniciar el próximo recorrido: al subir está el guarda que te da el boleto a cambio de un ‘buenas tardes’ y un ‘gracias’. Después te sentás donde encuentres asiento, y el coche sale con la capacidad de personas viajando sentadas. Hicimos el trayecto tranquilos; derecho por Emilio Mitre hasta Rivadavia... de ahí hasta Hortiguera, Avenida Directorio y de vuelta a Emilio Mitre. Nos llevamos unos almanaquitos para el recuerdo y volvimos con nuestra alegría hasta avenida Rivadavia para reencontrarnos con la estación Primera Junta y un subte que nos lleve al centro.


Imágenes del coche 652: En su paso por calle Emilio Mitre; los asientos de cuerina y rebatibles; y el interior de madera, las luces y los piolines de los que tirando haríamos sonar la campana para indicar parada.


Andando y llegando a Avenida Rivadavia.


En Avenida Rivadavia y Emilio Mitre está la curva desde la rampa hacia los talleres Polvorín.

Esta vez sí nos tocó formación de madera, por lo que se puede considerar que nuestro recorrido histórico se estiró hasta Plaza de Mayo. Allá bajamos con nuestro entusiasmo a cuestas y para no desentonar, yiramos por lo que algunos llaman la plaza del pueblo: entramos a la Catedral Metropolitana y mientras los cristianos hacían la misa, nosotros visitamos el mausoleo del glorioso General Don José de San Martín. Muchos carteles indicaban la prohibición de sacar fotos mientras duraba la misa, sin embargo nosotros estando atrás de la tumba, quisimos secretamente fotografiar la parte de arriba de tal monumento. Fue una señora que divisó la cámara y me reprendió para que no fotografiara nada hasta las 19hrs, hora en que terminaba la misa y los granaderos hacían el cambio de guardia. Yo me resigné, porque sinceramente la señora me daba ternura, y además veía que ella iba a quedarse hasta que nosotros nos fuéramos o guardáramos definitivamente la cámara. Optamos entonces por especular un minuto, enorgullecernos sinceramente de nuestro héroe libertador, y pegar la retirada de la Catedral, casi a paso de granadero.
Después nos acercamos a Casa Rosada y dimos una vuelta por la plaza. Volvimos por Diagonal Norte y tomamos el subte a Constitución, viaje en el cual se me ocurrió nombre para este viaje. ‘Tragame Tierra’: la cantidad de tiempo que pasé bajo tierra era seguramente superadora respecto a mis días comunes. Allá tomamos nuevamente el 79, y volvimos a la casa de Lagos para saludarlo, porque a la mañana próxima yo saldría de vuelta para el Litoral.


Ya la habrá visto en el reverso del billete de cincuenta pesos...


Una foto alegórica, hacia los cielos de Plaza de Mayo.


La evaluación.
El ómnibus salía a las 8am. El desafío no era muy difícil, pero de hacerlo mal seguramente iba a demostrar que no aprendí nada tras tantos subtepass comprados y tantos viajes hechos en el Roca. Los despertadores sonaron a las 7am y yo me levanté automáticamente, quería salir cuanto antes para tener más margen de tiempo. Así salimos para el mismo lado con Seri, él se quedó en su trabajo y yo seguí hasta la estación. Tomé el tren a Plaza Constitución, que por fín lo encontraba “hasta las pelotas”, dicho en criollo. No hacía falta calefacción ni una novia que te abrace entre tanto amontonamiento, En ese tren de bostezos sin despavilar, dentro mío se confundía la mezcla entre el natural disgusto de la incomodidad, y el placer de por fín viajar en un Roca repleto. Y más todavía sintiendo la unión, la comunidad, cuando tras bajar del tren, íbamos todos en manada hacia las escaleras para tomar el subte. Yo ya tenía mi subtepass, que había comprado el día anterior para no hacer cola esa mañana, así que sin detenerme pasé los molinetes y subí al subte que estaba próximo a salir. Y si bien el subte C no iba tan lleno como muestran en la televisión, una sensación fea me atravesó cuando desperté de que me estaba yendo de Buenos Aires; ¿por qué, si los días ahí fueron más que estupendos? Cuando veo los Toshibas parar y seguir en Gerli, me parece que ella sigue ahí adentro, en los Toshibas que se van de Gerli y se pierden en las vías hacia el Sur. Entonces me puse con un poco de melancolía, pero nunca me detuve porque la misión no había terminado y la ciudad no daba descanso. Y otra vez me sometí al horror de dejar pasar, y me conformé con llevar los buenos recuerdos en la buena memoria. Eso mientras me balanceaba según las curvas de entre Avenida de Mayo y Lavalle: me había tomado el trabajo de memorizarlas con afán de evitar tropiezos y caídas. Me sonrío la idea de que quizás todos los porteños que viajaban en el subte conmigo ya ni se dieran cuenta de mi calidad de forastero en su ciudad, mientras llegábamos a Retiro.
Y una vez más bajé como ellos, como uno más. Lo que pasa es que ellos tenían el subte a la vuelta del trabajo, en la rutina. Mientras que yo cuando bajaba le estaba dando un largo “hasta la próxima”, ya ansioso de volver a sumergirme en las escaleras.
Después caminé a la estación de ómnibus, a la plataforma 64. Miré la hora y eran las 7.40hrs así que caminé tranquilo; tenía veinte minutos hasta que saliera el micro y no hubiera sido posible sin el tan querido y detestado tren subterráneo, Le mandé un sms a Seri: “hace 5 minutos que estoy acá, gloria al subte porteño”.
A las 8 subí al micro, y ya había pensado en frases prometedoras: “trenazul volverá, como los trenes siempre vuelven” y después me puse a repasar los días vividos, preparando las anécdotas. Tenía sueño, pero de nuevo ese afán de cronista me tenía atrapado. Cuando fui conciente de eso (en el momento en que lo escribí) me surgió un aire de rebeldía y.-


El túnel del subte A desde la estación Primera Junta.




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Texto y fotos por trenazul.
Crónica anteriormente publicada en
http://www.fotolog.com/trenazul/48561740
http://www.fotolog.com/trenazul/48762564

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