Vuelta a Nuevo Torino

1- Introducción polenta

Lorena estaba hablando con una vecina cuando llegué, 20 minutos pasada la hora pactada. Las 9 de la mañana nos prometían tanto calor y tanto sol como las pedaleadas anteriores. Aquellos días de lluvia sucedidos a mitad de semana, dejaron sus marcas en los caminos.


Algunas vacas a los lados y las huellas de camionetas en el camino de tierra nos introducían en lo más característico de esta salida. A medida que transcurríamos entre 'El tropezón' y la Milkaut, se iba haciendo evidente la aproximación al destino: un olor pestilente que sale de la canaleta industrial acrecienta su intensidad hasta dar con su progenitora fábrica Milkaut. Por aquel sendero, al llegar, respiramos aliviados, esquivamos los camiones cisterna y emergimos a las calles franckinas.




2- Camino de San Wendelino

Durante la parada de provisión en la panadería 'El deleite', nos encontramos en situaciones civiles a dos miembros del grupo Vírgen de Luján, quienes nos saludaron y ofrecieron asistencia muy amablemente. Apurados por el Sol que caía cada vez más pesadamente sobre nuestros brazos, emprendimos camino sin detenernos hasta poco antes de la entrada a San Jerónimo Norte, en el desvío que yo doy por llamar Wendelino. Había elegido aquel camino rural para conectarnos con Humboldt por caminos diferentes a los conocidos. Al llegar, su estado calamitoso metía miedo e hizo que la pareja de pedaleros reflexionara un momento qué rumbo tomar. La obstinación y el coraje hicieron parar los titubeos para darnos acelere, entre el barro y contra el viento, que a veces daba muy fuertes ráfagas.

A nuestros costados mucha vegetación, que muy cada tanto mermaba para mostrar estancias de antiquísima construcción, de las únicas construcciones laderas. Miraba a cada una de ellas con un poco de desesperación, por si se tratase por casualidad, de la mentada capilla San Wendelino. El camino barroso por tramos y de una continuada inconstencia, se combinaba con el viento Norte para hacernos bien dificil avanzar. Entre el bramido que el viento hace en los oídos, se escuchaba repetidamente -"Te odio Mahfoud": Lorena que no me dejaba lugar a dudas.

Aquellos diez kilómetros parecieron el doble hasta llegar a una muy vistosa construcción, perimetrada con rejas enanas y en su entrada la señal evidente "San Wendelino". No sé si a esa altura valía tanto la pena, pero nos detuvimos en una sombra de los árboles de la capilla, para hacernos notar que alcanzamos ese objetivo. Adentro, mientras nosotros esperábamos a que mengüara el viento, daban la misa del mediodía.
Semanas después Lorena me confesó que dificil y todo, estuvo bueno transitar así el camino. Pero no quitó que en ese momento me haya odiado, totalmente comprensible.







3- Humboldt

Ese camino termina en T: ahí un cartel indica que hacia la derecha se llega a Esperanza. Hacia la izquierda, el cartel no lo dice, pero yo sé que se llega a Humboldt. En ese camino despejado de toda huella y regado de tambos, nos vieron pasar muchas vacas -las vacas siempre miran atentamente y sin pestanear a los que pasan. Vimos repetidamente en las estancias, que las vacas suelen están en un corral a un lado del camino y la casa del tambero al otro. Uniendo ambos lugares, reposa tirado en el piso un cable bollero, que supuestamente se dejaría tirante a la hora de arriar los animales de un lado a otro.

Después de algunas curvas llegamos a cercanías de estación Humboldt. Paramos sobre las vías, justo en el desvío que bifurca las vías del ramal F2 hacia Pilar o hacia Grülty, en el ramal levantado a Soledad.
El predio del ferrocarril está indicado como 'Campo de doma' y su edificio de estación está ocupado, vimos a lo lejos, por una familia con auto. Transcurrimos entonces por las calles humboldtenses: la intención entonces era conocer la plaza central circular. Las calles del barrio sur por donde ingresamos se notaron amplias y vacías: en pocas ocasiones nos dejaban ver niños y personas mayores circulando en bicicleta sobre todo. Ya sobre la avenida principal, por otro sector de la ciudad donde no se veían bicicletas salvo las nuestras, costeamos el Club Atlético Sarmiento, y llegamos a la 'plaza principal' de la Libertad, que en realidad es una rotonda grande, con un monumento en su centro. La urbanización de esta ciudad, desde aquella rotonda marca los ejes principales de la ciudad, los cuales son de estilo boulevard, -o bulevar, como usted prefiera- de la misma forma que en ciudades del mismo origen, como Rafaela.

Nos costó entender cómo un sábado a las 12.30 ningún almacén, kiosco, negocio de bebidas estuviera abierto. O peor aún, todos los comercios estaban cerrados, menos la heladería Reutemann, en la cual se compra un refresco por el precio que pagan dos en condiciones normales. De todas formas dejamos esa preocupación, teniendo ya en nuestro poder esa bebida y las empanadas de El deleite, importadas directamente desde Franck. Nos establecimos en cercanías de la rotonda, en el boulevard, frente a la parroquia. Allí llegado un momento se acercó a saludarnos un ciclista, Bernardo, quien nos dejó fascinados cuando dijo con normalidad ser el cura de la parroquia, señalando hacia su detrás. Nos propinó con mucha amabilidad agua fresca. Sinónimo de bendita para este par de ciclistas asolados.

Zurcando Humboldt hacia su extremo norte, nos sobrepasó el camión recolector de residuos, consistente en un tractor y dos contenedores: en el primero depositan los residuos orgánicos, y en el segundo los secos y reciclables. Prueba de que no se necesita la sofisticación para hacer las cosas de forma superadora.














4- Colonias, La Nueva y Nuevo Torino

La ruta 70 nos recibió plena de Sol y escasa de tránsito. Aún con los brazos tono carbón, agradecimos que la fórmula no fuese inversa. Algunos camiones lecheros y de ganado nos pasaban respetuosamente.

La mitad de Colonia La Nueva es una planta enorme de Milkaut, pasándola, hay unos barrios de casas bajas y muy pitucas. Entre curvas de la RP70, Nuevo Torino nos agarró cansados y apurados por instalarnos en acampe, por lo que sólo pasamos, vimos la discresión y pequeñez del poblado con epicentro en el cruce de rutas 70 y 10. Aquel cruce no forma cuatro esquinas, sino que se hace en rotonda, lo que Nuevo Torino aprovechó para parquizar y arbolar todo el sector. Al tomar la rotonda hacia el Sur, una motito de mínima cilindrada nos pasó lentamente, acelerando a fondo. El propio ruido del motor y los silbidos de su tripulante, de melodías inéditas, hacían que su bocina perdiera todo sentido. Sin embargo el señor tocó bocina largamente. Los dos nos comentamos lo patético de esa situación, de un tono desagradable para ambos. Por suerte en los límites urbanos, el comentario y la silueta -con sus ruidos- del señor ya se habían perdido a la distancia. Elegimos detenernos a pedir agua en el Club de Bochas, de fachada colorida y puerta abierta, metros adentro de la ruta.
En la puerta, Lorena hizo una expresión de refunfuneo: ahí estaba estacionada la motito.













5- Pilar

Agradecimos al hombre, que no paraba de fumar, el agua propinada, hicimos otros comentarios (nos hablaba del precio de la comida y de los restoranes) y salimos ágiles, rumbo al Sur esta vez: Pilar, 10km adelante por esta ruta 10 -que tiene el nombre de su deportista más prestigioso ahí nacido, el ciclista Clodomiro Cortoni- nos esperaba con sus habitantes en movimientos de última tarde, de ocio y refresco. Al pasar por ahí ya habíamos decidido que lo mejor era acampar más cerca de Santa Fe, por lo que atravesamos la ciudad como flecha a un papel. A su entrada paramos a fotografiarnos en el cartel de entrada, frente a lo cual se levanta el predio de la Cooperativa Guillermo Lehmann, donde en aquel momento se estaba haciendo un remate de hacienda. En nuestro paso tampoco dejamos de ver el Club Atlético Pilar, los rastros del inactivísimo ramal F2, y antes de salir a la ruta 10, el club de Caza y Pesca 20 de octubre.







6- Santa María Norte, nuevamente

Las sombras en el asfalto se proyectaban más largas que nosotros mismos. A cambio de ese apuro, teníamos la tranquilidad de que el Sol fuese menos intenso. Está claro que ningún vehículo nos cruzó en nuestro paso por RP10, y apenas dos tras habernos metido al camino 67S. Yo insistía con que fuéramos a provisionarnos al almacén de Santa María, que por la hora debería estar abierto. En Santa María Norte, donde entramos orgullosamente por el Oeste, el almacén estaba sorpresivamente abierto. Me llené de entusiasmo por conocerlo. En la puerta, un cartel con un teléfono anuncia la voluntad de venta del tradicional comercio. Adentro, el espacio es amplísimo. El techo es tan alto como se ve desde afuera, y si bien no lo hay disponibles ahora, se nota que hay lugar para poner billares y juegos, barra de bebidas y pista de baile, como estos almacenes de antaño suelen tener. A cambio de eso, la variedad de stock que el almacén dispone roza con lo infinito: Todos los rubros de lo imaginable en las necesidades cotidianas están potencialmente cubiertos por este almacén.

Nosotros salimos con un paquete de masitas pepas y un agua Aquarius, la tomamos al frente, en el muralito de la comuna, y tras despedirnos de los almaceneros partimos hacia San Jerónimo por el camino conocido.









7- San Jerónimo Norte, segundo hogar

A medida que transitábamos el camino de tierra, parte de él quedaba en nuestro cuerpo. El viento fuerte ya había pasado, pero nunca se detuvo y nunca lo tuvimos a favor. Ahora teníamos el entusiasmo de estar llegando al lugar de acampe, aunque no teníamos pactado ningún lugar en concreto. Al paso por el club de caza y pesca, lo encontramos como la vez anterior, cuando estaba alquilado. Sin embargo el encargado me comunicó con el señor que había alquilado por esa noche y no tenía problemas en que estuviéramos ahí, asique esa posibilidad quedó a nuestro favor. Quedamos en volver si no encontrábamos algo cerca del centro. Allá, pasamos por el Clodomiro Cortoni para ver si estaba abierto, pero seguimos de largo hacia el Club Libertad, donde también nos dieron recibimiento, y donde finalmente nos quedamos a sacarnos la tierra, alimentarnos con un sanguche de milanesa gigante comprado en las inmediaciones, y un merecido descanso tras tener en nuestras rodillas 120kms de viento y buena parte de tierra recorridos en el día.

A la mañana siguiente, como lo pactamos, amanecimos temprano para no tomar el sol del mediodía en la ruta. Desayunamos liviano y antes de tirar la linea que nos une con nuestro origen, dimos una vuelta por la parte Sur de la ciudad que ya dos veces cobijó nuestro descanso. Supimos entonces que en aquel costado están las instituciones primeras de la ciudad, las iglesias, las escuelas, los centros administrativos. Y se repite la tranquilidad y buena vida de la parte que ya conocíamos.

















8- Frutilla del postre (helado)

Una incertidumbre de lluvia nos acompañó al tomar la ruta 50S. Pasamos por Las Tunas, raudamente. Llegamos a Franck y a modo de frutilla en el postre, almorzamos helado. Y tras una polémica que casi nos lleva a la división, fuimos por un camino más al Sur que nos conectó con la RP5 un poco más largamente, pero con un camino mucho más apetecible al pedaleo llano. 

En el último tramo de la salida tuvimos el único momento de viento a favor. Pasamos entonces por la comuna de Colonia San José, y llegando a nuestros orígenes, pasamos a pocos metros de la última estancia lechera del camino, Quesería Isabella.






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