Acquamarina

Quién iba a decir, marplatense querida, que ibas a ser tan importante.
Pasaron las cosas más grosas, pasaron las giladas... todo pasa y vos seguís siempre ahí, indeleble.

Cuando te conocí y decidí estar con vos eras para mí una más del montón, solamente una forma de hacer las cosas más fáciles. Después, con el tiempo juntos, me encariñé cada vez más. Te mimé mucho, te hice muchos regalos, te ayudé a cambiar las cosas que te hacían andar mal. Tenemos que aceptar que te dejé más linda de lo que te encontré, aunque nunca pediste demasiado con tal de que sigamos adelante.

Todo se tornó imprevisto y viniste a Santa Fe para seguir conmigo. ¿Quién hubiera imaginado que conocerías estas latitudes? Aún así fuiste vos la que me abrió caminos a mí; desde las repetidísimas idas y vueltas a la fábrica, pasando por convertirme en 'Cucuruchet' y saber que las dos ruedas en fila para mí son alas: gracias a vos me convertí al ciclismo.

¡Los litros y litros de agua recorridos! En lluvias de Mar del Plata y en lluvias de Santa Fe. La coronación que te dí en la travesía 'Bautismo de fuego', de 78kms soleados, a Coronda y Gessler, que por poco me cuesta la vida. Hoy estás en la reserva, pero siempre al pié del cañón. Tu servicio tiene recompensa, y se vienen para vos, los mejores tiempos.

Hace dos años -el 27 de agosto del 2010- te llevé desde la casa de Maxi, el vecino de Ale, hasta lo de Noelia, con las ruedas desinfladas y en un estado deplorable. Doscientos pesos pagué, y te soltaron con alivio. Desde ese momento fuiste mía. De aquel momento se te rompieron mazas, avances, cubiertas, palancas de cambio; sólo te quedan 'originales' el cuadro y los aros. Te puse Acquamarina por tu color, porque conocés la brisa nocturna de salitre atlántica.

Porque me resultaste al fín y al cabo más durable que su amor. Seguís conmigo bajo lluvia, sol, truenos; incondicional, Acquamarina.

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