A la siesta.

Aquella tarde, todo parecía indicar que se verían otra vez.
La calle tranquila, los árboles apenas sacudiendo un poco sus follajes, el viento acostumbrado y el calor de la siesta ya instalado. El olor a tierra mojada sintiéndose muy a lo último de cada inspiración, y las nubes oscuras a la misma distancia, pero en el cielo, se acercaban sigilosa y raudamente, asegurando la creencia de que la lluvia iría a empapar el asfalto y regar todo lo verde, en cualquier momento.
En el preciso instante en que los horneros callaban su canto dentro de sus refugios y uno ya podía saberse mojado; ahí cuando el diluvio era inminente, él aparecía.
Aparecía y tanto sus ojos como los de ella se cargaban de ilusión y anhelo. El cielo, la humedad, o la falta de viento perdían importancia de tal forma, que simplemente dejaban de ser.
Él, pasaba como la sensación de lluvia. Ella, de nuevo, se quedaba ahí. Y ni la lluvia ni él... en esa cuadra no pasaba nada. Nada más que un poco de viento.
Aquella tarde, todo parecía indicar que ella lo conseguiría.


Viene de contar el capítulo del medio: 'Otro gallo le cantara...'
Sigue en el capítulo antes del principio: 'La lluvia en la mirada de los otros'

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TZL - 24 de diciembre del 2010

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