Es la paciencia de esperar la lluvia, y sobre eso hacer tan grande su meditación, su pensamiento, que perdía la atención de lo que pasaba en la vereda... obviamente estaría muy concentrada en saber lo que pasaba en el cielo.
Y el transeúnte que pasó, algo agobiado por la humedad del ambiente, la vió y [quizás] en ese momento puso los ojos en la misma expresión con los que ella miraba el cielo. Pero siguió; si esos ojos que se perdían en el cielo, miraban con ansias algo que él nunca podría ofrecerle.
Ella esperaba la lluvia, y sabía que en algún momento la iba a poder alcanzar. En cambio él sabía que por mucho que esperara, no iba a llegar a la ventana.
Rogelio volvía de su trabajo a las 9. La noche estaba fresca pero bastante pesada, parecía anticipar mucha lluvia. Esperaba el colectivo en la esquina de Independencia y Juan B Justo. Un auto descapotable lo hizo voltear la mirada, y cuando volvió a su posición normal el colectivo pasaba frente a sus narices… No se mosqueó, siguió esperando. Un hombre de aspecto un tanto extraño se le puso al costado, le pidió fuego. Prendió uno de los fósforos y sin encender ningún cigarrillo esperó a que se consumiera completamente.
Viene de Surfeándola I: Arroyo Aguiar Surfeando la ola de calor 2016 Domingo 18 febrero Destino Matilde El domingo en cambio salimos temprano, con la idea de una salida matutina que no implique pedalear en horas de pico de calor. Al encontrarnos en Santo Tomé, estuvimos de acuerdo en tomar la RN11 sin rumbo prefijado. Rodamos el asfalto de la ruta ya muy conocida, pero notamos varios cambios y detalles en el paisaje.
Desde la semana pasada el clima se puso bien pesado. No es solamente verano, es la olla que se destapó ahora, y que 'la civilización' germinó estos últimos 190 años llevando progreso e industrializando todo, un poco desmedidamente. ¿Árboles? bien gracias. Aún así salimos para todos lados. Surfeando la ola de calor 2016 Sábado 17 Febrero Destino Arroyo Aguiar Nos encontramos a la siesta porque Martín no podía antes. Al momento de salir, solamente dijimos que para el lado de Monte Vera, después veíamos. Cuando termina la recta de Aristóbulo del Valle, tomamos hacia el lado de Ángel Gallardo y seguimos por el camino ripiado (con muchos cascotes)
Y el transeúnte que pasó, algo agobiado por la humedad del ambiente, la vió y [quizás] en ese momento puso los ojos en la misma expresión con los que ella miraba el cielo. Pero siguió; si esos ojos que se perdían en el cielo, miraban con ansias algo que él nunca podría ofrecerle.
Ella esperaba la lluvia, y sabía que en algún momento la iba a poder alcanzar. En cambio él sabía que por mucho que esperara, no iba a llegar a la ventana.