Pearl hervor

I
El despertador sonó por cuarta vez y me digné a levantarme. Es que el frío me mantiene en el interior de las frazadas, como pensando en el hecho de no desperdiciar en un minuto el calor que produje durante las horas de sueño.
Vestido a las apuradas para hacer menor el contraste entre el adentro y el afuera de la cama, con todo el abrigo que hube de traer en el bolsito, salí al comedor donde junto con Noe desayunaríamos mates, y pasada media hora de eso, a las diez menos cuarto, saldríamos a Mar del Plata Norte.
Entre tomábamos mates salió el Sol, y amén de eso no nos desabrigamos ni un poquito para salir en el camino de las diez cuadras hacia la estación. Estuvimos ahí con tiempo, nos despedimos sin tristezas por lo pronto en que nos volveremos a ver, según indican nuestros planes.

II
El coche primera 1176 me recibía de nuevo con un halo de simpatía por mi parte, tal vez creyéndome por eso más asiduo pasajero del servicio. Al subir, el coche estaba lleno y por el frío interior se notaba que había pasado la noche en las cocheras exteriores de las que ahora dispone Mar del Plata Norte. Me senté sin sacarme la campera, pero viendo cómo el Sol empezaba a entrar por a través del vidrio de las ventanas, ya que la mayoría de pasajeros habían subido las cortinas metálicas.
Ahora que vamos andando por la vía única y ya pasamos unos kilómetros de Vivoratá, el efecto del Sol sobre las chapas de la carrocería se siente. Aunque hay una ventana abierta, por tanto buena ventilación y el aire es fresco, el ambiente subió su temperatura.
En vista de eso, ¿será posible entones, si las puertas y esa única ventana se cerraran, y si viajáramos en lugar de sólo 400kms, el triple de esa distancia, que el calor humano y la intensidad en aumento del Sol conviertan el coche P1176 en una caldera con ruedas?

III
En esa suposición habría que observar, que tomaríamos en lugar de la línea directo a la terminal Constitución, un empalme, pongamos por caso que empalmáramos con la red Mitre así como en la época de ferrocarriles estatales lo hacía el tren Mar y sierras. Nosotros no nos detendríamos en Rosario, sino en cambio, seguiríamos hacia Santiago del Estero y Tucumán. Conforme avanzáramos hacia allá, el tren se movería hacia regiones más áridas y cálidas. El Sol subiría la intensidad conforme se haga más zenital. Mientras tanto dentro del P1176 la gente que como yo, permanecieron abrigados al principio del viaje, ya se hubieran sacado las camperas, los buzos y todo abrigo existente. Los niños llorarían, las señoras agitarían sus papeles y periódicos en forma de abanicos, los señores dormirían roncando aún con más fuerza. Todos sudaríamos como en un sauna. Todos gradualmente se desvestirían hasta las ropas interiores.

IV
En el agobio y el arrasamiento de intimidades, al ver viejos en calzones los niños e infantes llorarían de terror. Algunos tal vez mezclando las descomposturas de los sanguches, el café, el calor, y la mirada del panorama terrible, vomitarían sumando hedor al encierro. No faltaría un desquiciado que se propase con alguna muchacha de carnes tentadoras, y eso desataría el caos total, ante el cruce de insultos y la inminente violencia física a la que devendría. Todos pegajosos de sudor, faltos de aire, desesperados, y a punto de molerse a palos, serían salvados en el momento cúlmine por el vendedor de golosinas que destrabaría la puerta al grito de ‘¡Caaaarameloooos!’ en el ansia por hacer unas ventas más. Por supuesto al ver aquella anárquica situación, con el hedor escapándose por la nueva salida de aire, temblarían sus piernas, dejaría caer su bandeja y saldría corriendo espantado.
Claro que esto no pasa de ser una suposición. Muy raramente vamos a empalmar con la línea Mitre hasta Tucumán, y acaban de abrir tres ventanas más... Está lindo el viajecito.


TZL
Elaborado durante la vuelta a Santa Fe, en el tramo de tren Mar del Plata-Buenos Aires, 16 de Mayo de 2011.

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