Tres de Mayo

I
Yacen las hojas verdosas
sostenidas en las ramas
cual Cristo en la cruz, sin armas
siguen despiertas las rosas
soportando la agonía.
Esperan la sepultura
que marque el dichoso acento
que corta pero no achura
tallos que sin movimiento
lamentan su día tras día.



II
Fiel contacto con el suelo
marzo debía brindarles
más la ausencia hizo cantarles,
sin bridarles un consuelo
dejó el Sol que les ardía.
Llegó abril sin noticia,
desbordado en la malicia
del calor que a esas hojas,
despierta la paradoja:
y mata dejándolas vivas.


III
Abril carente de nieblas
priva el recuerdo en tinieblas.
Y el otoño que no viene;
dónde está, quién lo retiene,
dispara aquellas preguntas.
Sudorosas mangas cortas
dificultan su memoria
y nebulosa su historia
en la mirada que absorta
se angustia desde la punta.


IV
El amarillo, empujado
pasó al fín, apresurado
desde el Sol hacia las hojas.
Alguna lluvia las moja
apagando su crujido
aunque no tengan sonido
las sigue solpando el viento
que en valeroso momento
las seca y suelta sonrisas
del escolar caminante.


V
Quizás por benevolente
el frescor quedaba ausente
evitando la tristeza
que sobre el muchacho pesa
al crujir la evocación.
Aunque no tenga razones
para silenciar sus sones
el pibe ansiaba aquel lerdo
viento que empuja al recuerdo,
de la dueña de su ilusión.


VI
Las horas dieron final
al Sol permanente que mal
confundía a los humanos
pareciendo de verano.
Se mostraron en la calle
el mes mayo, día tres
pintadas en colores ocres
las secas hojas del otoño
se regalaban con moño,
para que el pibe las halle.


VII
Con la bufanda ya puesta,
lo que esta estación le presta
como aquella despedida:
memoria de abierta herida,
más de todas sus palabras
le surgió como alimento.
Felíz y triste momento
viento empujando hacia atrás
Veredas con hojas muertas
Otoño, y ella despierta.



Tzl , 28 de mayo del 2009

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